lunes, 7 de abril de 2008

Del manduque capital

El gallo relojero, como de costumbre, cantó a la seis de la matina. Raudo y contento se levantó el flaco del apoliye a despiojarse en el ñoba. Juna la caripela en el espejo y se mete en la ducha. Se enjabona entero silbando una cualquiera, y en las partes nobles dale insistir.
Sale enérgico de la fina lluvia toalla en mano, repasándose el resultado de su estirpe, y magnética su mirada se mantiene ante el reflejo. Sigue con su reojo... ¡ojo al piojo!... con los detalles nadie le gana.
Observa detenidamente su facha y sonríe con el esfuerzo que requiere la observación.
Con fruición al cepillo hace bailar, le saca viruta al gaznate y escupe la rabiosa espuma mentolada. Y se sirve un vaso con agua pa’ repetir esa acción.
Manteniendo su pasión agarra el peine pa’ perfilar la piojera, que sin traición, respondiendo a su sinrazón, con gomina por el empeine, su lope pasado por lengua de gato, ya de hace rato el brillo le sacó.
La carne que bate su propia verdad, en forma de lengua, que por entre las perlas, lustra salivoso el ultimo repaso, para que de paso a la lengua la pueda ver en un flash.
Y ya de otro flash en un rebote de espejo, junta su jeta y sus manoplas en paralelo (pegadito nomás) y le encaja un beso enagradecido, que sin saberlo... es un lelo que disfruta de su propia idolatría.
Se calza los lompa que sin bronca los lienzos se dejan deslizar, se dejan. Y los pantalones, entre algodón y lino, que en su final, dejan deslumbrar el cuero aguijoneado y acordonado... una refulgente piel.
Continua con la camisa, blanca pa’ su apariencia, blanca pa’ su misa... tiene la cara rota y la oculta con una careta.
Se anuda la soga al cuello, de seda el bacán, se escapa del cotorro, con saco se pira y en la escalera se inspira, piensa en minas y en esa turra que no ceda.
Por el zaguán gambetea a un curda que de querusa le caretea un sope pa’ la birra, un faso de onda... por último una suplica fantasma ahora por la espalda, a lo bajini y con gesto llorón, escuchando escucha un - ¡dame bola! - Y el flaco (varón por dentro), le replica sin voz... - ¡y de paso te chupo las bolas! –
Patea la lleca con orgullo de garca, le saca brillo a la vereda, yira altanero, con sus anteojos negros parece un mayorista de narigueros. Se pavonea cerca del cabaret y sonríe al minaje, y una que es campana de cintura para abajo, le chifla – ¡Guapo! – con el badajo entre la pollera.
Se engrandece el flaco y piensa en los pibes lo que se pierden por el paco. No tan gil a veces piensa. Piensa en los pibes de lo que se pierden, pero nada más, no se lava el mate con que nacieron en jaque en este tablero cuadriculado extremista de blanco y negro... siempre tan blanco, siempre tan grone.
Patea y patea, en una esputa (es cosa de hombres alguna chanchería). Y se dirige a la parada del bondi, donde la mishiadura, con vida dura encanece de tanto relojear. Ahí parado con su pitillo, humeante su cigarrillo, chismorrea con su faso a la prole a cada paso.
En una de esas, una pebeta se manda un chicle de menta. Tres mascadas y lo expira con deje de asco en un escupitajo. Nueva y nuevita, azucarada y rutilante de fresca saliva al chicle deja tirado. Alterado el flaco, obnubilado porque no queda diccionario para semejante expresión, apaga su celular dejándolo oportuno para la ininterrupción. Sus ojos de dos de oro, puto pal truco, puto pal envido, preso de una impaciencia que la muerte no envidió, esperó sin relojeo a que viniera el bondi espeso, que lleno de preso, como vacas viajan al matadero. La pendeja subió seguido de un sequito que no ignora que está para el debut, pero nadie a esa hora se anima lo que en su hora anima el vermú. La nami sabe bien y busca esa guerra, y suave entre sus piernas roza las gambas con coqueteo, tan joven, tan púber, quiere batalla con balas de fogueo.
Apuradas las ajadas llantas se alejan perdiendo humo, carro de siglos que escupe misiles angurrientos de contaminación.
Solo solito y solo, ve ese chicle que lo llama. Se olvida de la púber, del bondi en gris llamarada, también de su corbata, de su paseo por travalandia... es esa goma que lo engaña . Se tira al sopi (cafiolo fiero), resopla toro cabrón y espanta al polvo cretino que afea el escenario. Decúbito prono con los brazos extendidos y sus garfios haciendo de atmósfera a ese mundo meloso, cual científico curioso... examina, tuerce la boca, le regala otro suspiro y sin más dilación se lo manduca.


¡Cliché religioso!, ya que el ejecutivo hizo del masticable, bursatil milagro de la resucitación.

¡Que orgasmo señores! El pibe estuvo inspirado... y se lució.

domingo, 16 de marzo de 2008

El mito de los espejos.

Los espejos, en nuestra tridimensión, cuenta mi leyenda, son una ventana impenetrable a otra dimensión igual en apariencia pero encerrada en dos dimensiones. Un universo paralelo en que se diferencia únicamente esa condición espacial. Así mismo, digo que dentro de ese plano bidimensional, los espejos que tienen están encerrados en una monodimensión. En esta monodimensión existen los espejos que reflejan lo mismo pero repitiéndose la condición monodimensional. Aquí sería como si fuera el número 1 en el ámbito de la multiplicación y división. Ocurre lo mismo en sentido creciente, es decir, nosotros somos lo que ven en sus espejos los habitantes de la tetradimensión, y así, hasta el infinito (donde se juntan las paralelas). En esta última, que es siempre ulterior a todas, es la dimensión de la verdadera realidad, y nosotros como todas menos esa última, somos meras copias.
La no existencia de espejos no revela la no existencia de esos universos paralelos, sino mas bien la inexistencia de esas ventanas que nos permiten observar esa dimensión inmediata e inferior.




















Cuando nos miramos en esos elementos que creemos reflectantes, nuestros seres paralelos hasta el infinito hacen lo mismo, viendo todos sucesivamente solamente la dimensión inmediatamente inferior.
Si damos un paso a la izquierda (nosotros de la tercera dimensión) nuestro otro yo (la del espejo), el de la bidimensión, repite en un mismo tiempo en sentido contrario. Llamando, así, su derecha: izquierda. A saber por lógica, el ser paralelo de la monodimensión llama, a igual que nosotros, izquierda como izquierda y todas las dimensiones de carácter impar conincidentes en esa mismidad. Y los pares entre sí, tienen también esa coincidencia contraria a la impar. Esto divide los universos en dos grupos también infinitos.
Digo que, tal vez, poniendo los espejos enfrentados (algo ladeados para que podamos ver como, supuestamente, se reflejan los reflejos) vemos las otras dimensiones también, pero es erróneo, todos están en la bidimensionalidad. Este pseudo efecto visual nos dice que cada dimensión también está multiplicado hasta el infinito. Aquí el observador inteligente podrá decir que hay una pluradidad de infinitos, cosa harto imposible ya que el infinito abarca lo absoluto. Yo diría que peca de inocente, le haría saber que el absoluto abarca el infinito de todos los infinitos, que el infinito es el infinito de los infinitos, y que los infinitos son los infinitos de esos ambos infinitos y así hasta el infinito.


La leyenda se me hizo presente cuando encontré un escrito que revelaba un testimonio que quería representar una experiencia existencial. Era perteneciente a un fabricante de espejos. Lo encontré en una biblioteca de Madrid, una simple hoja de papel metida entre libros que, al agarrar uno, cayó al suelo, era amarillento, sencillo y con tres dimensiones. Este hombre se presento sin nombre, sin reflejar tiempo de la experiencia, con un castellano que lo identifica como español. Y, en un trozo testifica:

“...estaba finiquitando el azogue de un espejo, mientras atrás mío había otro terminado que sólo le faltaba pegar a un destinado marco de estilo decimonónico. Ambos espejos eran gemelos de un pedido para una familia de Zaragoza. Os parecerá raro, pero vi frente mío no un reflejo, que es lo esperado, sino mas bien una realidad extraña. Asustado y curioso posé la mano y no toque superficie, sino que traspasé, di cuenta que una puerta se había abierto, una puerta a no se qué, y mi otro yo también traspasaba esa puerta ya que mi mano salía, la del otro yo, donde estaba mi resto de persona, una mano que no me fue táctil. Alucinado por lo que pensé un efecto óptico, y, acojonado a la vez, cogí valor y me lance a ese otro lado, que por extraña razón una fuerza como si me succionara me lanzó chocando luego así mi antebrazo con el espejo enfrentado, moviéndolo y cerrando por fin la puerta, como después comprendí; gire torpemente para regresar y choque contra el espejo que había traspasado y golpeándolo lo destroce... ahora, dije, me he quedado atrapado y desesperado en esta pesadilla...”.

El pobre hombre quedó asustado; con el equilibrio perdido ya que también dijo que tuvo que aprender a ponerse de pie, a caminar con propiedad; que su cuerpo no era el mismo, que era igual pero distinto, que la superficie era igual pero distinta, que los objetos de la misma manera, que el cielo también, todo correspondía a otra dimensión menos sofisticada que no sabia explicar, que “...todo es menos bello, aunque igual se ve, todo es mas vulgar, como si mis ojos fueran distintos, como si me poseyeran unas gafas horrendas...”.

Cabe explicar, según mi leyenda, la que cuento, que todos los yoes de su persona de todas las dimensiones habían traspasado su respectiva dimensión inferior y que por fuerza todos experimentaron su horror. Por un instante de la eternidad estos hombres, que es él mismo y sus otros, vivieron una experiencia urobórica.


















La desesperación, de ese infinito ser, lo llevo a una depresión que le hizo perder su familia que lo entendió como un loco; a perder su trabajo, a aislarse al abrigo de su nueva y única manía: volver. Con esa desesperación intento abrir nuevamente en vano esa puerta, sin saber por lo que testifica en el escrito, que al lograrlo se iría a una más inferior y no al superior la cual buscaba por pasada pertenencia. Y dice:

“Tratando de adaptarme a mi nueva situación para mi propia supervivencia, en paralelo estuve abnegado a tratar de volver. Fue en vano y abandoné. Lo pensé todo, pensé que la única manera era repitiendo los espejos que fabriqué, que al enfrentarlos lo lograría de vuelta; luego pensé que, al fallar siempre, estaba condicionado el paralelismo de los espejos, que debería de ser exacto y que harto imposible salvo una casualidad, la cual perseguí, no lo podía lograr. Que era como sacar dos veces la lotería con los mismos números.”

También declara:

“...Vi al ser que era mi otro yo, frente a otro nuevo espejo que hice, estaba con cara de pena, y en cierta forma me obligó a resignarme a vivir en este lado donde la izquierda es la derecha. Yo no quería que todos “ellos”, que son yo, sufran lo mismo, como si todo dependiera de mi, como si todo dependiera de nuestra voluntad colectiva de mi ser. No vaya ser que al morir repitamos nuestra vida luego en ese otro lugar y después a ese otro del otro. Ahora buscaré reencontrarme con mi vida en mi distinta condición.”

No hay más que sea relevante en su escrito. Todavía hoy dudo lo ficticio o real del mismo. Desde entonces hasta hoy, cuando me miro al espejo, dudo cual será la multiplicidad de mi alegría, cual será la de mi pena y cual será la de mi etcétera.

domingo, 6 de enero de 2008

Feliz año y la Rutina vs la Libertad

Bueno, a nadie escribí para papá Noel o año nuevo ni viejo, ni lo voy hacer por reyes. ¿Para que establecer costumbres consuetudinarias si el orden solo trae rutina? La rutina no es un vicio, es solo un circulo, y cuanto más pequeño el circulo peor ya que la rutina tiene la misma velocidad siempre. Cuanto más pequeño sea, más veces la vamos a recorrer, más irrompible se hace y eso nos hace menos libres.

Empero también la libertad es solo 'unos caprichos' satisfechos, la definición de libertad nunca se cumple literal ni metafóricamente, y eso hace categórico su significado.

Aun así, también la ausencia de libre albedrío es solo 'unos caprichos' insatisfechos y es categórica su sensación.

Lo que se puede rescatar de la libertad como una reminiscencia, no es llegar intrínsicamente a ella (es decir la verdadera sensación de ella, a lo que se supone dice su significado), sino tener solamente la sensación de alcanzarla una vez. La verdadera libertad es tan fuerte que solo su sensación de alcanzarla una vez nos hace sentir libres, al menos por un momento.

Esto cambia las normas de su definición. Con o sin definición bien establecida, la ambición de alcanzarla la puede hacer paradojal.

No se olviden que la rebeldía es una sumisión disfrazada de rebelde.

viernes, 4 de enero de 2008

Un sol de verdad

Una perfección apagada por la frivolidad,
una pobre alma disfrazada con carne de carnaval,
una carne vestida, maquillada y tostada con soles de maldad
¡Sin abusar... barniz fatal!

No te quejes, soy un sumiso más, y me dirás
que soy en realidad un rebelde, un noctámbulo que anda de día,
y es verdad....... es verdad que soy sumiso de mi propia rebeldía.

Dicen que todo depende del punto de vista
en este mundo del ojo por ojo.

Dicen que todo depende,
será por eso que somos dependientes.


























Me iré a caminar con un sol de verdad,
como un noctámbulo que anda de día.
Me iré a caminar a buscar una cueva
donde las sombras abriguen mi soledad.

Paisaje urbano

Paisaje urbano
Rastro de Madrid