
La no existencia de espejos no revela la no existencia de esos universos paralelos, sino mas bien la inexistencia de esas ventanas que nos permiten observar esa dimensión inmediata e inferior.

Cuando nos miramos en esos elementos que creemos reflectantes, nuestros seres paralelos hasta el infinito hacen lo mismo, viendo todos sucesivamente solamente la dimensión inmediatamente inferior.
Si damos un paso a la izquierda (nosotros de la tercera dimensión) nuestro otro yo (la del espejo), el de la bidimensión, repite en un mismo tiempo en sentido contrario. Llamando, así, su derecha: izquierda. A saber por lógica, el ser paralelo de la monodimensión llama, a igual que nosotros, izquierda como izquierda y todas las dimensiones de carácter impar conincidentes en esa mismidad. Y los pares entre sí, tienen también esa coincidencia contraria a la impar. Esto divide los universos en dos grupos también infinitos.
Digo que, tal vez, poniendo los espejos enfrentados (algo ladeados para que podamos ver como, supuestamente, se reflejan los reflejos) vemos las otras dimensiones también, pero es erróneo, todos están en la bidimensionalidad. Este pseudo efecto visual nos dice que cada dimensión también está multiplicado hasta el infinito. Aquí el observador inteligente podrá decir que hay una pluradidad de infinitos, cosa harto imposible ya que el infinito abarca lo absoluto. Yo diría que peca de inocente, le haría saber que el absoluto abarca el infinito de todos los infinitos, que el infinito es el infinito de los infinitos, y que los infinitos son los infinitos de esos ambos infinitos y así hasta el infinito.

“...estaba finiquitando el azogue de un espejo, mientras atrás mío había otro terminado que sólo le faltaba pegar a un destinado marco de estilo decimonónico. Ambos espejos eran gemelos de un pedido para una familia de Zaragoza. Os parecerá raro, pero vi frente mío no un reflejo, que es lo esperado, sino mas bien una realidad extraña. Asustado y curioso posé la mano y no toque superficie, sino que traspasé, di cuenta que una puerta se había abierto, una puerta a no se qué, y mi otro yo también traspasaba esa puerta ya que mi mano salía, la del otro yo, donde estaba mi resto de persona, una mano que no me fue táctil. Alucinado por lo que pensé un efecto óptico, y, acojonado a la vez, cogí valor y me lance a ese otro lado, que por extraña razón una fuerza como si me succionara me lanzó chocando luego así mi antebrazo con el espejo enfrentado, moviéndolo y cerrando por fin la puerta, como después comprendí; gire torpemente para regresar y choque contra el espejo que había traspasado y golpeándolo lo destroce... ahora, dije, me he quedado atrapado y desesperado en esta pesadilla...”.
El pobre hombre quedó asustado; con el equilibrio perdido ya que también dijo que tuvo que aprender a ponerse de pie, a caminar con propiedad; que su cuerpo no era el mismo, que era igual pero distinto, que la superficie era igual pero distinta, que los objetos de la misma manera, que el cielo también, todo correspondía a otra dimensión menos sofisticada que no sabia explicar, que “...todo es menos bello, aunque igual se ve, todo es mas vulgar, como si mis ojos fueran distintos, como si me poseyeran unas gafas horrendas...”.
Cabe explicar, según mi leyenda, la que cuento, que todos los yoes de su persona de todas las dimensiones habían traspasado su respectiva dimensión inferior y que por fuerza todos experimentaron su horror. Por un instante de la eternidad estos hombres, que es él mismo y sus otros, vivieron una experiencia urobórica.

La desesperación, de ese infinito ser, lo llevo a una depresión que le hizo perder su familia que lo entendió como un loco; a perder su trabajo, a aislarse al abrigo de su nueva y única manía: volver. Con esa desesperación intento abrir nuevamente en vano esa puerta, sin saber por lo que testifica en el escrito, que al lograrlo se iría a una más inferior y no al superior la cual buscaba por pasada pertenencia. Y dice:
“Tratando de adaptarme a mi nueva situación para mi propia supervivencia, en paralelo estuve abnegado a tratar de volver. Fue en vano y abandoné. Lo pensé todo, pensé que la única manera era repitiendo los espejos que fabriqué, que al enfrentarlos lo lograría de vuelta; luego pensé que, al fallar siempre, estaba condicionado el paralelismo de los espejos, que debería de ser exacto y que harto imposible salvo una casualidad, la cual perseguí, no lo podía lograr. Que era como sacar dos veces la lotería con los mismos números.”
También declara:
“...Vi al ser que era mi otro yo, frente a otro nuevo espejo que hice, estaba con cara de pena, y en cierta forma me obligó a resignarme a vivir en este lado donde la izquierda es la derecha. Yo no quería que todos “ellos”, que son yo, sufran lo mismo, como si todo dependiera de mi, como si todo dependiera de nuestra voluntad colectiva de mi ser. No vaya ser que al morir repitamos nuestra vida luego en ese otro lugar y después a ese otro del otro. Ahora buscaré reencontrarme con mi vida en mi distinta condición.”
No hay más que sea relevante en su escrito. Todavía hoy dudo lo ficticio o real del mismo. Desde entonces hasta hoy, cuando me miro al espejo, dudo cual será la multiplicidad de mi alegría, cual será la de mi pena y cual será la de mi etcétera.